domingo, 22 de agosto de 2010

¿Así que quieres escribir una fuga?

a. La invitación no es sólo para oír. La varilla puede estar alta para algunos pero lo principal es que no sucederá nada si no salimos de nuestras posiciones de oyentes-coleccionistas. Se agradecen los aplausos pero el compositor demanda otra voluntad compositora como la suya. El talento y la educación son sólo fragmentaciones de esta fuerza invocada.
b. Una invocación a contracorriente es siempre una invitación en movimiento. No se estanca en la fascinación por el tema que se duplica, invierte, que marcha y que vuelve. Esto lo puede hacer cualquier máquina. La composición de su formula es en realidad un acto violento. Escribir una fuga es comprometerse a hacer algo con el sujeto (tema). Y este es un camino difícil pues lleva a descubrir que entre el tema y sus variaciones hay un "parecido de familia" siempre irreductible e inquietante.
c. Pero la obra no es solo la urgencia de hacerla aparecer, no puede anquilosarse en la intención de incorporar a un si mismo como autor. Para no caer en el showing off, hay que asumir que lo que se compone saldrá de nosotros y se perderá en las bocas de los otros. Si no se puede hacer una fuga que se pueda cantar lo mejor es guardar silencio.
d. La acusación generalizada al barroco como una religión de obsesos incapaces de lidiar con el vacio suele sostenerse en la afirmación postmoderna de que es inútil llenar tal abismo. Toda acción es distracción. Incluso hasta puede haber algo elogiable en arrojarse ante el azar sin encargarse de las posibilidades. Lo que el arte barroco sabe (y el postmoderno olvida en su cínico terror a la fe) es que llenar el vacío es lanzarse contra él. Es cuando la acción genera obra que no corre el riesgo de hundirse en el abismo del que broto. Aquí una vez más, gozar el flujo musical no significa nada. Es desde una mirada diligente y religiosa -porque es fundamentalmente material- que componer el abismo no es sólo tapar un agujero.


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