viernes, 15 de abril de 2011

Miedo a los gérmenes


1. Un recurso cómico del que se abusa a menudo es exponer la tolerancia del espectador a una lista de actos anti-higiénicos. Se trataría de una demanda perversa sin ninguna pretensión. Una comedia primaria que sólo busca hacerle cosquillas a los límites de nuestro asco. Después del carnaval, por más abultado que sea el inventario de trasgresiones, todo volverá a su lugar.

2. Sin embargo, en esta ocasión el gesto enfila sus baterías contra el exceso detrás del listado. Es decir, contra la "war on germs" cuya manía por desinfectarlo todo llega hasta los brazos de los condenados a la inyección letal. Aquí es posible colocar estas tragresiones como contrajemplos de esta teoría del mal. La humorada incluso permite formular una teoría empirista: al impedir toda experiencia con gérmenes, la cultura de la higiene termina debilitando al sistema inmunológico. Se atrofian capacidades "naturales" por defenderse dejando al organismo vulnerable a cualquier infección oportunista.

3. Aquí podríamos ya desenmascarar cierta misantropía política así como una paranoia territorial. Una especie de ascetismo que ya no ahorra para recuperar con creces sino que simplemente evade todo contacto porque el riesgos en sí mismo son demasiado. Así pues, el "sentido de aventura" que reclama Carlín no es sólo un gesto obsceno gratuito. Nadar en el desagüe plantea la tarea de enfrentar y asumir al mundo incluso en sus desperdicios. La burla a los "riesgos menores" no es casual. La salud no es el levantamiento de un muro contra el mundo sino el constante conflicto con él.

4. Pero entonces viene una incómoda concesión a Hobbes. Detrás de la piel, el cuerpo saludable se defiende con todo lo que tiene. Este sistema inmunológico no habla ni sabe negociar. Si cualquier indeseable supera sus barreras y amenaza con su identidad, tendrá que ser barrido sin dudas ni murmuraciones. Tendrá que irse directo al colon. Aquí uno podría decir que si hemos ridiculizado la paranoia de un mundo en guerra contra los gérmenes, ¿no sería igualmente saludable cuestionar este residuo violento en nuestro "interior" biológico?

5. La respuesta va por el lado de que esta agresividad inmunológica parece ser celebrada y no ridiculizada. Quizás por que hasta cierto punto es compatible con el sentido de aventura invocado antes. Después de todo, estamos ante un adulto mayor jugando a que lleva el armamento de un marine dentro de sí mismo. La "mónada" que nos deja esta performance no es la del tipo que compra una pistola para su seguridad sino la del sujeto que aunque ha aceptado deponer sus armas - por la ley, por el mantenimiento de la libertad o por el paso de la edad - será capaz todavía de resistirse contra cualquier invasión a su voluntad; incluso si tiene las de perder.

6. Felizmente la imprudente "fanfarronada" no aparece sin sus frenos. No sólo esta ahí para describir a hombres capaces de irse a la guerra si la jurisdicción por la que entregaron sus armas se ve amenazada. También rinde tributo a la antigua tesis de que los humanos somos la suma de la jaula y la fiera. Y que la pared que ponemos al exterior esta también para poner a raya al exterminador que llevamos dentro. Es aquí donde la referencia al cepillo que sigue siendo limpio pese a urgar en todas las fronteras de la piel no es sólo la máxima muestra de obscenidad. Es también el recordatorio de que la verdadera toxicidad no esta en el mundo ni en el cuerpo sino en la sombra de sus inquilinos. El hombre no es solo la noche del mundo, es también el colon del hombre.

2 comentarios:

Isabel Barceló Chico dijo...

Desafortunadamente mi nivel de inglés no alcanza a poder disfrutar del vídeo, sin embargo veo que has hecho una reflexión de calado. Lo más limpio y sublime y lo más rastrero - tanto en sentido literal como figurado - están en nosotros, somos nosotros. Cuando predomina lo primero, resultamos dignos de admiración. Saludos cordiales.

Pierre Muaddib dijo...

Gracias Isabel.
Es justamente esa linea divisoria entre lo figurado y lo literal de lo "sucio" el que termina revelando lo obsceno no tanto de la sustancia repugnante si no de la incondicionalidad de la función que ocupa. Si algo aprecio en la comedia de G.Carlin es que su irreverencia contra la condicion humana parte casi siempre de operaciones sobre el discurso.

Tremendo honor el de tu visita. Saludos desde la Suite a las mujeres romanas.